En la vida, diariamente nos enfrentamos a situaciones difíciles que implican pérdidas materiales y espirituales, unas con más repercusiones emocionales que otras. No obstante, en esta etapa de su vida, el adolescente se encuentra en un período de transición entre la niñez y la vida adulta; por una parte, tiene una conciencia mayor de lo que está sucediendo, más sentido de la realidad que un niño, y por otra parte, en la mayoría de los casos no tiene una madurez emocional, es decir, no sabe como reaccionar, ni actuar, no sabe como se espera que enfrente el duelo.
Así la pérdida de una amistad, de una relación sentimental, el abandonar el salón de clase, el mudarse de ciudad, la separación de los padres, y la muerte de un ser querido, constituyen pérdidas que alteran el ritmo de vida e incluso pueden afectar el comportamiento del adolescente.
Para el adolescente, la muerte es algo tan repentino, que quizás nunca la había vislumbrado a corto plazo y mucho menos cerca de su entorno. Cuando se produce, surge un auto cuestionamiento. Constantemente se preguntará por qué a mí, que existe después de la muerte, cuál es la razón de ser y de existir, y si existe una formación religiosa, una duda sobre la existencia de un ser superior misericordioso.
Así el adolescente que sufre una pérdida de esta magnitud entra en su interior en una reflexión profunda sobre la vida, la muerte, e incluso puede llegar a formarse conceptos erróneos o adoptar actitudes hostiles, por ejemplo: la vida es una y tengo que vivirla. Sin embargo, dichas vivencias se convierten en un desenfreno y libertinaje, en ciertos casos incontrolables.
La pérdida del padre, la madre, de un familiar o amistad cercana produce un vacío que poco a poco resquebraja la estructura familiar e incluso pareciera que empieza a desmoronarse. Cada miembro de la familia se encuentra inmerso en su duelo particular, cada uno lo manifiesta de forma diferente; el adolescente se torna inseguro, inestable, y muchas veces, rebelde. Si el varón pierde la figura paterna, puede sentir un gran peso, sobretodo cuando se le repite constantemente "ahora eres el hombre de la casa". Así el adolescente intentará demostrar fuerza, valor, reprimir sus emociones y actuar como si nada pasara. Podrá pensar que no se portó bien con esa persona y sufrir entonces una angustia adicional.
En este intento por evadir la realidad desarrollará en muchos casos comportamientos como exceso de fiestas, falta de interés en los estudios, mal carácter; si no existe una orientación o un apoyo adecuado y hay presión por parte de malas amistades puede llegar a consumir alcohol y drogas. Esta actitud de poco importa, es en realidad un intento desesperado de llamar la atención del resto de los seres queridos.
Con el correr del tiempo, al percatarse que su actitud no ha reconfortado su dolor, puede expresar la melancolía, y la profunda tristeza que no demostró en un principio, lo que hace que su período de recuperación sea más largo y difícil.
En estos casos, solo con mucha paciencia, comprensión, una actitud abierta y sincera hacia el diálogo, y el apoyo que se demuestre hacia el adolescente, puede ayudársele a comprender lo sucedido, e identificarse con su dolor, expresándole, que es perfectamente normal experimentar todos aquellos sentimientos encontrados, como parte del proceso del duelo.
Reacciones y Sentimientos en el Adolescente
Las reacciones del adolescente frente al duelo son similares a las del adulto, sin embargo, debemos darle especial atención a las siguientes:
La Rabia:
Es un sentimiento agresivo generado por la pérdida física del ser querido y las otras pérdidas, es una manera de enfrentar y entender la terrible realidad de lo sucedido, el temor de no tener por ejemplo: los mismos recursos económicos que sólo produce un padre. Esta rabia puede ir dirigida contra él mismo, contra sus compañeros, con la persona que falleció o contra cualquier cosa.
Culpa y auto-reproches:
El adolescente es particularmente vulnerable a sentir culpa, por ejemplo: cuando muere uno de sus padres, considera que el haber tenido diferencias y discusiones con él significan no haber sido buen hijo, a pesar que es habitual durante la adolescencia el tener diferencias con las figuras paternas y el dejar de idealizarlos. Cuando ocurre la muerte de un hermano la culpa se manifiesta en aquellas relaciones caracterizadas por los celos y confrontaciones sobre todo si la muerte ha sido por enfermedad, dado el grado de atención que se le brindó al enfermo.
Sentir enloquecer e ideas suicidas:
Producto de las emociones encontradas, algunos adolescentes no saben ni pueden manejar sus sentimientos y pensamientos, llegando con ello a perder el control de sí mismos. Creen que la vía más fácil y rápida para solucionar sus problemas es hacerse daño mental o físico, a través del abuso de drogas, alcohol, sustancias prohibidas e incluso provocarse la muerte.
Incomprensión:
El adoles